La escuela albergaba a alumnos de preescolar, primaria y secundaria. (Crédito: Diego Macías)
Por Andrea Deydén
CIUDAD DE MÉXICO (Expansión) - Del barullo habitual en Prolongación División del Norte no queda nada. Esta avenida del sur de la capital —caracterizada por el tránsito, la actividad comercial y el paso de transeúntes— la mañana de este miércoles parece el escenario de una película postapocalíptica.
Los vehículos están parados en ambos lados de la banqueta e incluso sobre los carriles centrales, por los que voluntarios acarrean agua, víveres y artículos de higiene personal destinados a ayudar a los afectados por el derrumbe del Colegio Enrique Rébsamen.
Este centro educativo —que contaba con preescolar, primaria y secundaria— fue uno de los inmuebles colapsados por el sismo de 7.1 grados del mediodía de este martes. Decenas de niños quedaron atrapados bajo sus escombros, lo que ha atraído una oleada de rescatistas y voluntarios y ha convertido este lugar en uno de los símbolos de la tragedia de este 19 de septiembre.
Hasta la mañana de este miércoles, las brigadas habían encontrado 25 personas muertas (21 menores y cuatro adultos), habían rescatado a 11 y aún se afanaban por hallar a tres más, según lo informó el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño.
En la zona, al menos seis grupos de rescate trabajan por separado en la remoción de escombros y la localización de víctimas del edificio de tres niveles, mientras las autoridades intentan contener el acceso a los alrededores.
Del otro lado de la valla, decenas de mexicanos expresan su solidaridad y buscan traducirla de las palabras a las acciones, justo como otros capitalinos lo hicieron hace 32 años tras el histórico sismo de 1985.
“¡Agua, pasen agua!”, gritan algunos, al tiempo que una cadena humana se organiza para cargar un auto y llevar ayuda a zonas afectadas.
“Llena estas bolsas con comida, tenemos que llenar un carrito del súper para que coman los rescatistas”, dice una vecina a su hijo, con quien ha estado en la zona desde las primeras horas de la mañana.
Otros voluntarios vienen de más lejos. Juan Luis, por ejemplo, llegó desde San Pedro Mártir con la única finalidad de ayudar en el siniestro.
“A mí me movió el espíritu de solidaridad. Tenemos que apoyarnos, no podía quedarme de brazos cruzados”, dice a Expansión.
“Ha sido algo muy feo porque son niños. Hemos sacado sábanas, pero no he visto personas con vida. Espero que todavía haya”, añade.
El plantel se localiza en la zona sur de la capital. (Crédito: Diego Macías)
Como él, muchos otros se quieren sumar a la ayuda, aunque para esta hora las posibilidades ya son limitadas. Jóvenes residentes de Ortopedia se lamentan de que las autoridades ya no los dejen entrar a la zona, a pesar de que hay rescatistas que insisten a los elementos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) para que los dejen acceder.
“La verdad es que ha llegado mucha gente, pero ya tenemos demasiados, ya no pueden hacer nada aquí”, dice Jesús, oficial segundo de la SSP.
Las autoridades consideran que la difusión que ha tenido este caso atrajo a muchos voluntarios, pero también a curiosos que entorpecen las labores de vigilancia, búsqueda y rescate.
“Son tantos que no podemos estar vigilándolos”, dice el uniformado, quien a pesar de ello dice entender lo emblemático de la situación.
“Es tristísimo porque son muchos niños. Sobre todo, duele que sean niños”, remarca.
La mañana transcurre y la ayuda sigue llegando. En tanto, el número de cartulinas con el nombre de personas fallecidas o desaparecidas crece.
La noche del martes, el presidente Enrique Peña Nieto y su gabinete recorrieron el lugar. (Crédito: Presidencia/Cuartoscuro)
Muchos de los rescatados han sido llevados a hospitales cercanos, como el Ángeles de Acoxpa, y otros menores han recibido atención psicológica gratuita para enfrentar la tragedia.
“Es importante que ellos se comuniquen y formen redes, quieren sentirse útiles”, dice a Expansión la doctora Violeta Rivera, quien se mantiene pendiente para recibir y atender a más niños.
“Se sienten en peligro, están en crisis y hay que ayudarnos para que no escale”, concluye la mujer, consciente de que el sismo de este martes será difícil de ‘digerir’ para estos estudiantes, al igual que para el resto de los capitalinos.