Foto: Cuartoscuro / Galo Cañas
Por Jimena Tolama
Grupos de motocicletas rebasan a los autos que esperan la luz verde del semáforo en las avenidas y calles que conducen al circuito escolar de Ciudad Universitaria. Su destino es el Estadio Olímpico que se ha convertido, 28 horas después de que un sismo de magnitud 7.1 sacudiera la Ciudad de México, Puebla y Morelos, en un centro de acopio y de organización de brigadas.
Los accesos de que conducen al recinto de la UNAM lucen semivacios la tarde del miércoles: no anticipan lo que se encuentra una vez que se llega a CU. Cientos de voluntarios acudieron desde la tarde del martes al llamado de la casa de estudios y convirtieron el espacio en un mega centro de acopio, que en tiempo récord ha recibido cerca de 100 toneladas de víveres, según la información publicada por la universidad.
Las motocicletas han tomado las calles, con ellas se está realizando gran parte del reparto de víveres y medicamentos a las zonas afectadas de la Ciudad de México (Foto: Jimena Tolama).
La respuesta fue tan arrolladora que a la 1 de la madrugada, la UNAM emitió un comunicado señalando que por el momento no se requerían más refuerzos. Era hora de descansar, porque el relevo de voluntarios empezaría a las 5 de la mañana del miércoles y continuaría todo el día.
La ayuda empezó de inmediato a ser enviada a las zonas afectadas, albergues y hospitales, en tráileres, camiones o con el apoyo de aquellos motociclistas y ciclistas que se han convertido en improvisados mensajeros que cargaban los paquetes, los llevaban a su destino y regresaban por más.
La sensación al ingresar a los alrededores del estadio era “como volver a tener esperanza de que todo estará bien”, comentó Jonathan Pérez, de 21 años. Esa energía positiva provino de haber visto cientos de voluntarios allí reunidos contagiarse entre sí con aplausos, sonrisas, trabajo en equipo y algún que otro ‘Goya’.
Cientos de voluntarios llegaron hasta CU armados con picos y palas, herramientas que han sido solicitadas para apoyar en las labores de rescate (Foto: Jimena Tolama).
“Ver a tantos mexicanos unidos por un mismo fin, sin importar diferencias y clases sociales, es algo que nunca antes había visto”, expresó el joven mientras reparte sándwiches de jamón y queso a quien tuviera hambre. “Suena cursi, pero si las características de la tragedia fueron como de película, la empatía que surge de esto también debería de serlo”, señaló.
El apoyo que se concentró en el costado del estadio con vistas a la avenida Insurgentes Sur semejaba la escena de una comunidad de hormigas que trabajan coordinadamente y en perfecto orden. La misma naturaleza de la reacción al desastre los había hecho organizar todo, entre todos.
“¿Donativos?”, preguntó un hombre que vestía chaleco azul a una automovilista que se orilló en la entrada del estacionamiento número siete. “No, vengo a unirme a la labor de los voluntarios”, respondió la mujer. Entonces el uniformado le pidió amablemente que manejara hasta el siguiente aparcamiento, el número ocho.
Los autos con ayuda son dirigidos a diferentes zonas, según el tipo de material que transportan (Foto: Jimena Tolama).
Para llegar a este debía pasar por un trayecto en línea recta, similar a una parada de pits en las carreras de autos. Aquí, los voluntarios se agruparon según el producto a recibir indicaban a los autos en qué cuadrante descargar su aportación.
‘Ropa’, ‘Higiene’, ‘Medicamentos’, ‘Comida’, ‘Herramientas’, se leía en las cartulinas que una persona por grupo, trepada en una barda, sostenía con los brazos alzados. Cada que se acercaba un automóvil con más carga, la gente aplaudía, recibía los productos y los pasaba por largas cadenas humanas que iban desde la calle hasta las paredes del estadio, donde había otras personas agrupadas en carpas que organizaban las cajas de envío.
La labor de recepción de los víveres se realiza en minutos. De forma eficiente, cargas fluyen de manera rápida y constante.
El material recibido es separado según su contenido y organizado para su reparto (Foto: Jimena Tolama).
“Estamos recopilando bastante material gracias a la población y prácticamente estamos segmentando todo”, explicó un hombre de aproximadamente 60 años, que empaquetaba pilas, palas, guantes, goggles, cascos y botas. Mientras, en el túnel 28 del estadio, un grupo de expertos capacitaba a brigadistas que recibirían esos kits para ir a las zonas de desastre.
En la última parte del trayecto, a la misma altura donde la mujer daría vuelta para estacionar su auto, el ciclista David Sarpa coordinaba la salida de grupos de 10 a 15 motos con víveres o brigadistas.
“Llegué al medio día. No vi mucha coordinación en esta parte y de un momento a otro ya estaba haciéndome cargo”, explicó el joven, quien se comunica con un agente de Protección Civil mediante Whatsapp para enviar la ayuda según la necesidad. “Son 500 motociclistas dando vueltas”, aseguró.
A las seis con 55 minutos, la noche empezó a caer y con ella las primeras gotas de lluvia. Pero eso no detuvo ni por un segundo a todas las personas dispuestas a mantener el apoyo “hasta que todos estén a salvo”, gritaban.