Aún no se tiene una cifra oficial, pero se calcula que son más de 800 construcciones las que se colapsaron en este municipio de 57,000 habitantes.

Por: Elvia Cruz

JOJUTLA, MORELOS.- “Eso les pasa porque no creen en Dios”, grita un hombre en una de las esquinas de la calle 18 de marzo de este municipio. Recrimina a quienes no aceptan sus folletos. Son pocos los que se detienen a escucharlo. Otros se enfadan rápidamente y le gritan: “necesitamos ayuda no predicadores”.

Al fondo se oye el ruido de maquinaria pesada, picos, palas y las carretillas que sirven para remover los escombros de manzanas enteras de inmuebles que quedaron colapsadas por el sismo de 7.1 grados del 19 de septiembre, cuyo epicentro –Axochiapan, Morelos – a 70 kilómetros de esta ciudad. El saldo: 17 muertos, 73 en el estado.

Pocas son las personas que saben en qué día viven en la colonia Emiliano Zapata, una de las zonas más devastadas por el temblor en Jojutla.

Los rostros de desolación se ven por todos lados, a la par que los mensajes de agradecimientos para brigadistas que llegan de otros estados a apoyar a las víctimas, también. Frases como “muchas gracias por su ayuda. Dios los bendice por su amor”, se leen en cada esquina, en donde voluntarios han dejado montoneras de ropa para quien lo necesita.

A lo largo de la calle 18 de marzo es imposible observar una vivienda que no se haya caído o que no tengan cuarteaduras. En cifras preliminares se calculan más de 800 inmuebles colapsados en el municipio.

“El gobernador no ha venido a dar la cara, el presidente municipal tampoco. Nos están reteniendo los víveres que personas como nosotros, ciudadanos, nos han enviado”, señalan algunas mujeres como Adriana quien desde esa tarde duerme en la calle al igual que miles de familias en Jojutla.

No es la única que lo dice, muchos se acercan a cada cámara que ven para narrar sus historias o reclamar el abandono del gobierno local, con la esperanza de que la ayuda llegue más rápido.

La gente que ya comenzó a demoler sus casas aclaran que no es con el apoyo del gobierno, que les haya enviado maquinaria, sino gracias a ciudadanos o empresas que han destinado equipo y personal para ello.

Las familias se han instalado al frente de sus casas con carpas y algunos muebles que han logrado rescatar.

El caos y la salvación

En medio del caos que se vive en esta colonia, destacan dos hombres que recorren por estas calles, quienes reparten pequeños libros con el título ‘¿Dios puede ayudarme a mí?’, sellado por el templo evangélico pentecosteses ‘Roca de salvación’.

“Señora, le pasó esto porque seguramente dejó de creer en Dios. Aún viene lo más fuerte”, le dice Abraham Sánchez a una de las afectadas quien sigue llorando desolada.

-¿No es espantar a la gente al decirles eso en estos momentos? – le cuestiona Expansión.

-No. No. Al contrario, es prepararlos. La biblia se está cumpliendo. Todo esto que está sucediendo es profecía. No es asustarlos, es prevenirlos –indica–. “Váyanse con su palabra de Dios, aquí lo que necesitamos es ayuda”, grita un hombre fastidiado, lleno de polvo.

Éstas, son algunas de las escenas que se viven aquí en esta ciudad donde el panorama sí parece sacado de un pasaje del Apocalipsis o de una zona de guerra.

Entre la tragedia, predicadores han aprovechado para difundir sus creencias en la calles de Jojutla.

Los recuerdos del 19s

A una cuadra en donde los evangélicos buscan ‘sembrar’ la palabra de Dios entre los damnificados, tienen su casa los hermanos Adriana y Sergio Fuentes Hernández, unos vecinos de la 18 de Marzo que el día del temblor corrieron por toda la cuadra a ayudar a sacar los cuerpos de quienes dicen, algunos eran sus amigos.

“Yo vi a una bebé chiquita, a una vecina… fue algo horrible”, indica a Expansión mientras señala una casa azul en donde ella entró a remover escombros la tarde del 19 de septiembre para rescatar los cadáveres de sus vecinos.

Su hermano añade que a él le tocó que una niña de ocho años de edad falleciera en sus brazos. “Ayuda a mi abuelita”, fue lo último que la pequeña alcanzó a decirle. Ambas mujeres murieron a los 20 minutos del terremoto que para las familias de Jojutla, “fue peor que el infierno”.

Bertha, una amiga de esta familia se murió al salvar a un niño en la calle. Le cayó un vidrio en la cabeza y se lo partió en dos.

Narraciones como la de los hermanos Fuentes Hernández se escuchan con cada habitante que fue testigo cómo la zona centro de este municipio se convirtió en un abismo. “Casi no se veía nada, la gente corría, gritaba, lloraba. Las casas se caían.

No sabías hacia dónde correr”, indica otra habitante, Norma Torres, quien con lo poco que pudo sacar de su casa de dos pisos, vive en la calle en espera de que alguien la ayude a inspeccionar su hogar. Aún no hay un dictamen, pero ella adelanta que es pérdida total.

A Adilene García y a su esposo Óscar Jiménez se les cristalizan los ojos cuando recuerdan lo que vivieron esa tarde de 19 de septiembre. “Parecía una zona de guerra”, señala la joven madre antes de describir cómo vio a señoras corriendo por sus hijos hacia las escuelas.

“Imagínese ir corriendo y ver la escuela de tu niño casi por caerse (…) entrando, el portón se cayó totalmente. Todos los niños lloraban”, indica cuando describe el momento en el que ella llegó a la escuela primaria ’10 de Abril’ por sus gemelas Yaleydi y Yuleydi.

La escuela primaria 10 de abril quedó muy dañada tras el sismo de 7.1 grados que sacudió el centro del país el 19 de septiembre.

“Las señoras enredadas en toallas corrían por sus niños. Algunas iban descalzas”, agrega. Todo, mientras seguía temblando y las calles se llenaban de escombros. Los negocios, los edificios, las casas se caían una tras otra.

En la primaria ‘10 de Abril’, las mochilas de los niños siguen dentro de los salones cuarteados. Las vigas se doblaron, las losas se cayeron, los vidrios se tronaron.

Solo una pequeña cinta roja de “precaución” rodea la institución. En sus alrededores hay familias que han instalado sus casas de campaña para dormir. Se niegan ir a los albergues por miedo a la rapiña, pues aseguran que en medio del caos, el día del terremoto, hubo jóvenes que saqueaban las casas.

“Me salvé de milagro”

Alvérika Jiménez no sabe en qué día vive, pues al igual que los miles de damnificados de Jojutla, no solo perdieron sus patrimonios y familiares en el temblor sino también se quedaron sin energía eléctrica durante tres días. Hasta el viernes pudieron cargar sus teléfonos, no hubo forma de comunicarse con sus familiares. Algunos no cuentan ni con una televisión para seguir las noticias.

Esta joven de 22 años de edad es una de las sobrevivientes, pues aunque su casa se cayó en pedazos y le cayeron pedazos de cemento en la cabeza, logró salir con vida. Su tía Victorina de 63 años de edad no corrió con la misma suerte. El techo se le fue encima cuando lavaba los trastes en la cocina, su suegra aún se debate entre la vida y la muerte en un hospital.

“Cae mi cuñada de las escaleras, su hermano quedó atrapado arriba con un bebé. Nosotros nos salimos (ella, su esposo y su bebé) y al voltear, todo, todo se estaba cayendo en ese instante. La gente quedaba atrapada debajo de las casas”, cuenta.

Alvérika y otros entrevistados aseguran que muchos de los muertos de Jojutla fueron enterrados en terrenos baldíos o en el campo, pues no hubo quién les hiciera los trámites para un sepelio ‘normal’.

Las casas de Los Tinoco

Sobre la calle Francisco I. Madero de la colonia Emiliano Zapata vivían diez familias de los Tinoco. Ahora algunos duermen en la calle, otros en el kínder que fue adecuado como albergue, algunos más buscaron refugiarse con familiares en otras zonas en donde el sismo fue más amable.

Es viernes 22 de septiembre al mediodía y don Ramón Tinoco Hernández se ha trasladado a donde quedó destruida su casa, pues han arribado militares y voluntarios para demoler las casas dañadas de la calle. Le prestan un casco y entra a remover escombros, solo pide que lo ayuden a rescatar algunas herramientas para seguir trabajando en la mecánica. Su “vocho” que tanto cuidó por una década, quedó partido en dos.

“Sentimos que se estaba abriendo la tierra”, dice cuando detiene por un momento su labor para contar que toda su familia se salvó pues la mayoría estaba en el trabajo, otros de los que se habían quedado en casa lograron salir segundos antes de que todo se colapsara.

“Solo lo habíamos visto en la tele”, comenta don Ramón al hacer alusión que nunca en la historia de Jojutla un sismo dejara tantos daños. “Ni en el 85 se sintió como ahora”.

Las casas de sus hermanos y sobrinos también quedaron destruidas en su totalidad. De una iglesia que se situaba a un costado de su hogar, solo lograron sacar algunas imágenes religiosas que han sido colocadas en la calle y que se han convertido en testigos de los trabajos que realizan brigadas que llegaron de Hidalgo, Puebla, Jalisco, Ciudad de México, entre otras partes del país.

La casa de la familia Tinoco quedó reducida escombros, sus integrantes dicen que ni en 1985 sintieron tan fuerte el temblor.

Les tienden la mano

Son muchos los jóvenes que llegan en camionetas particulares al centro de Jojutla. Cargan con palas, carretillas y buscan zonas en donde poder ayudar.

Militares que dirigen los trabajos les piden hacer una fila y esperar para entrar a relevar. “En Jojutla hay demasiadas casas que hay por derrumbar (…) no hay reporte de desaparecidos, hay uno que otro animal atrapado, pero ya no hay personas”, señala Jesús, un joven que viajó desde el miércoles del Estado de México hacia este lugar para apoyar.

Otros estudiantes de Hidalgo arribaron este viernes, y han intentado entrar al mero centro pero les ha sido negado el paso, pues aún no hay quien dé luz verde para iniciar con los derribos de edificios. La zona solo fue acordonada y la policía municipal impide el acceso.

Otro grupo de vecinos de los municipios de San Martín Texmelucan y San Salvador El Verde, Puebla, llegaron a este municipio para apoyar en la remoción de escombros. En su mayoría son jóvenes pero también hay padres de familia que cooperaron con los gastos del viaje para apoyar a los damnificados.

En Jojutla, los ciudadanos se han organizado para abrir comedores comunitarios.

Desde la carretera para llegar a Jojutla se nota la magnitud de los daños. Del tramo de la Hacienda de Chinameca a este lugar hay al menos cinco derrumbes, la vialidad está cuarteada.

En la entrada al municipio, algunos ciudadanos se han ofrecido a agilizar el tráfico, pues nadie sabe dónde andan los agentes de vialidad. En la misma zona, algunos vecinos han adecuado mesas para repartir comida caliente a quienes realizan labores de rescate.

El reclamo contra el gobierno de Graco Ramírez es unánime. Hay familias que aseguran que no les han llegado víveres desde el día de la tragedia. “Nos dijeron que los tiene en una bodega y que tal vez los reparta hasta cuando le ponga el logo del gobierno, pero son donaciones de ciudadanos como nosotros”, señala un habitante.

El enojo de los morelenses afectados se notó en Cuernavaca en un recorrido que realizó el mandatario local este domingo con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. “¡Que reparta! ¡Que reparta!”, le gritaron, en referencia a las despensas y ayuda que presuntamente ha sido acaparado por su gobierno.

Las acusaciones al gobernador y su esposa Elena Cepeda de retrasar las acciones en favor de los afectados, terminaron ya en la Fiscalía Especializada en la Atención de Delitos Electorales (Fepade) que inició una carpeta de investigación por presuntamente retener y condicionar la ayuda a los afectados. Ellos, niegan que esto sea así y ven en los señalamientos un objetivo político.