Descubrir
tu instinto

El mexicano Miguel Fernández, presidente global de Avon, tenía muy claro lo que quería cuando hace casi 20 años decidió estudiar un MBA. Esto fue lo que logró.

| POR: Puri Lucena

Miguel Fernández descubrió hacia dónde deseaba orientar su carrera en su primer trabajo. En marzo de 1995, tres meses después de graduarse con honores del Tec de Monterrey, entró al área de Finanzas de Procter & Gamble (P&G), donde en 1997 realizó el análisis financiero para la adquisición de la compañía de papel Loreto y Peña Pobre. La experiencia le hizo ver que quería dedicarse a comprar y vender empresas y que no podría hacerlo en P&G.

“Averigüé que había instituciones que se dedicaban a eso en todo el mundo y que eran los grandes bancos de Wall Street. Para estar ahí, tenía que estudiar un MBA en una escuela de negocios, así que decidí aplicar en algunas”, explica Fernández, que optó por estudiar en 1999 en Darden, la escuela de negocios de la Universidad de Virginia.

Sin embargo, en el camino descubrió que, más allá de la transacción, lo que le apasionaba era la gestión de la empresa. Eso le hizo dar un nuevo giro en su carrera que le llevó, años después, a su posición actual como presidente global de Avon.

¿Cómo seleccionó la escuela a la que debía asistir?

Las 10 mejores escuelas de los rankings internacionales siempre son las mismas, tal vez cambia el orden. Agarré las primeras cinco, apliqué y me aceptaron. Hablé con P&G, les dije que me iba y por qué, y me contraofertaron con una posicion en Estados Unidos. Acepté y decidí posponer mi MBA por un año. Pero, en Estados Unidos, seguía con la cosquillita de comprar y vender empresas. Estando allí, visité cada una de las escuelas, porque cuando estaba en México, apliqué por el nombre. Ya que platiqué con los alumnos y los maestros, cambié de una muy grande a una pequeña. El ambiente era más estudiantil y con mayor atención de los profesores. Iba a ir a Wharton, de la Universidad de Pensilvania, que es extraordinaria, con fama en finanzas, pero cambié a Darden. El número de estudiantes por año en Wharton era, en ese entonces, de 750 y en Darden, de 240. También el ratio de ofertas para ir a Wall Street por estudiante era mayor en Darden.

¿Encontró lo que buscaba en el MBA?

Quería entrar a Wall Street, tener muchos conocimientos en finanzas. Y lo obtuve. Recibí varias ofertas para irme a hacer el verano a Wall Street. Entre el primer y segundo año estuve tres meses en Fusiones y Adquisiciones de JPMorgan, y tuve la oportunidad de vender una planta nuclear en Connecticut. Recibí una oferta para regresar a JPMorgan un año después. Mi segundo año del MBA, ya tenía una oferta para irme a trabajar con ellos, y lo tomé aún más en serio para aprender cosas técnicas que necesitaría. Continué mi formación para convertirme en un perfecto valuador de empresas y todas las cosas técnicas en finanzas.

Lo único que no planeé tan bien fue que, cuando fui parte del proceso de adquisición en P&G, yo estaba dispuesto a vivir con las consecuencias de haber adquirido una empresa. Cuando estás en un banco, no lidias con esas consecuencias, alguien más la compró y alguien la vendió, uno es un intermediario que hace que la transacción suceda. Esa parte era la que yo extrañaba, es lo que me encanta: no sólo la adquieres, lo haces por alguna consecuencia estratégica para que en tu empresa suceda algo o logre algo. Esas implicaciones estratégicas no las tenía y eso era, sin saberlo, lo que más me atraía.

¿Qué encontró, más allá del conocimiento técnico?

El proceso me dio unos valores que no sabía que iban a ser tan importantes en mi día a día. No los estaba buscando, porque ni siquiera sabía que los tenía que buscar, y son los que más me sirven. Primero, el MBA me ayudó a desarrollar un instinto por los negocios. Es muy difícil explicarlo, pero cuando llega mi equipo y me pone algo en la mesa, puedo saber si va a ser exitoso o no. El método de mi escuela es a través de casos y esa exposición a diversas industrias y problemáticas diferentes desarrolló en mí un instinto de cuándo una iniciativa tiene potencial y cuándo, por más que se escuche bonito, no.

Las 10 mejores escuelas de los rankings internacionales siempre son las mismas, tal vez cambia el orden. Agarré las primeras cinco, apliqué y me aceptaron. Hablé con P&G, les dije que me iba y por qué, y me contraofertaron con una posicion en Estados Unidos. Acepté y decidí posponer mi MBA por un año. Pero, en Estados Unidos, seguía con la cosquillita de comprar y vender empresas. Estando allí, visité cada una de las escuelas, porque cuando estaba en México, apliqué por el nombre. Ya que platiqué con los alumnos y los maestros, cambié de una muy grande a una pequeña. El ambiente era más estudiantil y con mayor atención de los profesores. Iba a ir a Wharton, de la Universidad de Pensilvania, que es extraordinaria, con fama en finanzas, pero cambié a Darden. El número de estudiantes por año en Wharton era, en ese entonces, de 750 y en Darden, de 240. También el ratio de ofertas para ir a Wall Street por estudiante era mayor en Darden.

“identifico el mba como un acelerador: son dos años invertidos que se convierten en 10 de experiencia”.

En segundo lugar, aprendí el verdadero valor de la diversidad, y no sólo entre hombres y mujeres o razas, sino en apreciar puntos de vista diferentes. Antes de entrar al MBA, mi historial era exitoso y uno llega inmaduro, creyendo que la manera en la que uno piensa es la correcta. Cuando ves gente igual de inteligente y ambiciosa que tú, pero con puntos de vista diferentes, bien razonados como el tuyo, pero con otra conclusión, te das cuenta de que tu idea era buena y la de él también, pero, al ponerlas juntas a pelear, surge una tercera mejor. Eso es increíblemente poderoso y algo en lo que me apoyo todos los días. Y ahí también lo que me enseñó el MBA fue humildad: yo estaba acostumbrado a ser el más listo del salón y aquí te encuentras con gente inteligente y con otro punto de vista, bien informado. Entonces, eres mucho más cuidadoso al llegar a tus propias conclusiones, no significa que lento, sino más cuidadoso.

Y, por último, me enseñó a reconocer en cada uno de los negocios, independientemente de la industria, cuál es el valor y los riesgos que trae a la sociedad y al mercado. Por ejemplo, Disney no te está vendiendo una película o la entrada a un parque de atracciones, te vende un espacio para que tengas una experiencia de vida con tu familia.

¿Cuándo descubrió que había aprendido estas tres habilidades?

Una vez que salí de Wall Street, entré a Microsoft. Para mí, era una industria totalmente nueva y yo, intuitivamente, podía ver cómo era comercializar licenciamiento. Pero veía que Microsoft en realidad no vendía licencias, sino herramientas de productividad. El MBA me había dado la capacidad de abstraerme de Microsoft, ver el valor que traía al mercado y, de ahí, salir con planes de mercadotecnia: no teníamos que vender más licencias, sino mas productividad y la licencia va a ser una consecuencia de ello.

¿Es importante para la carrera de un directivo este tipo de formación?

Lo identifico como un acelerador de experiencia. Si uno tiene la oportunidad de estudiar un MBA, pero en una muy buena universidad, para que uno no vaya a perder el tiempo y por el papelito, son dos años invertidos que se convierten en 10 o 15 de experiencia. Uno envejece dos años, pero tiene 15 de experiencia.